Reciclar, reutilizar y no tirar nada puede parecer una tarea imposible. Pero sí que es posible.
Reciclar creativamente es el principal reto que me propongo con cada nuevo proyecto.
El hecho de reciclar, reutiizar y no tirar nada, es un desafío para todos. Hacerlo creativamente, ofreciendo una segunda vida (a ser posible, mejor que la anterior), es apasionante.
Cuando trabajo voy apartando todo lo que me va sobrando, con la esperanza de poder reutilizarlo más adelante en otros proyectos. Trato de rizar el rizo, y no desperdiciar nada.
Desgraciadamente, llegar al residuo cero es casi imposible. La alternativa sería NO UTILIZAR cualquier objeto que pueda ser descartable.
Mientras doy una segunda vida a esos objetos descartados, también genero «basura». Es en ese momento cuando aparece el reto de reciclar los restos.
Hace unos meses, mi obra Redivivus Plastic Pet estuvo expuesta en Las Naves (Valencia), Una obra con forma de árbol y de casi 3 metros de altura, para la que reciclé más de 150 botellas de color verde (y alguna marrón). Creando las hojas de este nuevo árbol generaba restos de botellas.
Por un lado estaban las bases de las botellas. Por otra parte generé un montón de pequeños trocitos de plástico. Como es habitual en mí, los estuve reservando para hacer algo con ellos más adelante.
Por culpa de esa obsesión de no tirar, acabo teniendo la extraña sensación de padecer una especie de síndrome de Diógenes. Soy incapaz de desprenderme de estos materiales (que para muchos son restos, de los restos, de otros restos).
A las bases les pude dar un destino, se convirtieron en un árbol navideño.. Además del árbol, también hice otras piezas divertidas.
Los trozos pequeños no los puedo tirar de cualquier manera. Si se me escapan, pueden acabar en cualquier sitio y terminar en el medio ambiente. Los voy introduciendo en otros envases, esperando que puedan servirme en otros proyectos.
Me ha costado mucho dar utilidad a algo tan chiquitín, pero soy testaruda. Trabajar tamaños tan pequeños es complicado, pero los diferentes tonos de color verde me animaban a pensar que podrían tener una segunda (o tercera) vida. Al final, lo conseguí.
Algunos trozos todavía tuve que hacerlos más pequeños, haciendo formas triangulares irregulares. También les hice un pequeño orificio. Y los ensarté en agujas de acero. Después, les apliqué calor para darles formas caprichosas.
Ahora, esos pequeños descartes se han convertido en joyas. Su valor va más allá de lo material. Son tesoros por el significado que tienen. Un material despreciado, y vuelto a despreciar, se convierte en algo bello. Lo más importante es la historia que hay detrás de cada pequeño trocito salvado de acabar abandonado. No puedo dejar de imaginar como el viento lo podría llevar hasta el mar y que se quedase allí durante años y años. O, peor todavía, que pueda ser confundido con un alimento por un pájaro o un pez.
Cada pieza es única, hay diferentes tamaños, diferentes formas, diferentes longitudes, diferentes ganchitos, incluso, diferentes tonos de verde. Así conseguí crear estos pendientes tan especiales para personas únicas.
El origen de la materia prima de estas pequeñas obras, se remonta más lejos de lo que muchos imaginan. Al principio, se utilizaron recursos de la naturaleza para fabricar estos envases de plástico.
Después de su vida como contenedores de bebidas, fueron descartados.
Cuando ya nadie los quería, los rescaté de contenedores, o los recogí en mis paseos por la playa.
Aunque, he de agradecer a muchos amigos y familiares su aportación. Saben que las botellas de colores no son tan frecuentes. En lugar de depositar los envases en el contenedor amarillo, los separaron y me los dejaron en la puerta de mi taller.
Foto @evaripoll
Los limpié, les quité etiquetas y los restos de pegamento. Y los guardé, ordenados por colores.
Después, me sirvieron como materia prima para crear una obra expositiva con forma de árbol:
Hice un guiño a la naturaleza, traté de imitarla:
Trabajando, generé más «descartes», convertidos en pequeños trozos de botellas:
Y, con mucha paciencia y creatividad, pasaron a ser otros objetos. En mi opinión, más bellos.
Y tú, qué opinas?
Para mí, el esfuerzo ha merecido la pena.
Rosa
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