A veces me siento como los envases de plástico.
Se diría que, en nuestra sociedad, a las mujeres se nos trata como si fuéramos envases plástico.
Una vez hemos pasado el momento fugaz de servicio, se nos descarta.
Para crear un envase son necesarios recursos preciosos de la naturaleza. Para que nazca una niña y se convierta en una mujer, la naturaleza debe obrar un milagro (o muchos).
Para que ese envase llegue a su destino, se tiene que dedicar energía y tiempo (diseño, fabricación, transporte, etc). Para que una niña se convierta en una mujer se tiene que dedicar cariño, educación, trabajo, alimento… y vida.
Ese envase tiene que ser precioso, con unas cualidades excepcionales y tiene que enamorar para ser adquirido por un comprador. Esa mujer debe tener unas buenas cualidades para ser valorada en la sociedad. Algunos se quedan en la parte puramente estética, deben ser bellas para enamorar. La verdad es que para ser valorada, es necesario estar cultivada, tener educación, experiencia…
El contenido del envase debería ser lo más importante, pero para que otros lo compren, parece que eso no sea lo primordial.
La persona debería ser lo más importante, pero para tener éxito social (dinero, trabajo, familia, etc) no suele ser imprescindible tener grandes cualidades. Incluso, cierto tipo de éxito puede ser incompatible con otros (por ejemplo, el familiar puede ser incompatible con el laboral).
Sea como sea, una vez consumido el contenido, el envase se descarta. Es algo muy parecido a lo que sucede con las mujeres, cuando llegamos a una cierta edad, aunque hayamos demostrado tener unas cualidades extraordinarias, se nos descarta.
Vivimos en una sociedad de usar y tirar.
Cuando observo un envase, pienso en mujeres. Mujeres como yo.
Un objeto nunca debería ser comparado con un ser humano, pero no puedo evitarlo. Observo los envases y lamento que se desprecien a la primera de cambio. En mi opinión, tienen muchas posibilidades. De entrada, podrían volver a ser utilizados, pero también pueden reciclarse y convertirse en algo nuevo.
Probablemente, las mujeres que hemos superado la juventud, hemos tenido hijos y hemos trabajado durante años, ya no tendremos el brillo, el color o la ligereza de otras etapas de nuestra vida, pero somos mejores.
Nadie quiere una botella usada una sola vez, se desprecia.
Yo me resisto. Por eso, cuando veo una botella, pienso en su corta vida y trato de darle otra oportunidad. Una vida nueva y, si es posible, una vida mejor.
¿Alguna ves has hecho esta comparación?
¿Crees que vivimos en una sociedad de un solo uso?
¿Haces algo por cambiar esta situación?