Este mes de julio lideré una experiencia increíble: talleres de reciclado creativo con adolescentes en la Biblioteca de Paiporta. A través de bolsas, botellas y cápsulas de café, creamos pequeñas joyas que hablan de resiliencia, arte y sostenibilidad.
Volver a Paiporta, tras la DANA de octubre de 2024, ha sido un impacto. Al llegar a la biblioteca, desde fuera parecía que todo seguía igual. Sin embargo, bastaba mirar los bajos del edificio para ver la huella de lo que pasó: espacios destrozados, arrasados. A pesar de ello, la vida continúa. Y dentro, los jóvenes estaban allí, con una energía desbordante, con ganas de crear, de reutilizar, de imaginar un futuro más sostenible.
De basura a tesoros: bisutería reciclada
Durante varios días compartimos creatividad, ideas, risas y muchas historias. Transformamos bolsas, botellas y cápsulas de café en pendientes, colgantes, mariposas, libélulas, cajitas… pequeños objetos que, aunque nacen de lo descartado, tienen un enorme valor por lo que significan: creatividad, conciencia y segundas oportunidades.
Porque eso es lo que ocurre cuando creas algo a partir de lo que otros tiran: estás dando un mensaje, estás diciendo “esto todavía vale”, “esto merece otra vida”. Y quizás, sin que se den cuenta, también lo están diciendo de sí mismos.
Adolescencia y creatividad en acción
Los adolescentes con los que trabajé me enseñaron tanto como yo a ellos. Tenían ganas de aprender, de expresarse, de convertir algo roto en algo bello. A veces nos olvidamos de lo importante que es ofrecerles espacios para crear sin juicios, para descubrir que sus manos, su cabeza y su corazón pueden generar cosas únicas.
La creatividad es una forma de resistencia, de sanación y de alegría.
Lo que aprendimos: valor, sostenibilidad y reflexión
Durante los talleres hablamos mucho. No solo de reciclaje o de técnicas para cortar o moldear plástico. Hablamos de valor. De cómo una joya hecha a mano puede tener más alma que otra comprada por pocos euros en internet. De cómo lo barato, lo rápido, lo nuevo no siempre es mejor.
Les planteé dilemas:
— ¿Preferirías una joya hecha por ti o una comprada?
— ¿Crees que algo hecho con basura puede ser más valioso que algo nuevo?
— ¿Qué pasaría si el coral de tus pendientes fuera plástico reciclado?
Las respuestas no siempre eran las esperadas. Pero la reflexión estaba sembrada. Y muchas veces, esa es la joya más valiosa de todas.
Lo que me llevo
Me llevo la ilusión de unos chavales que no querían irse al acabar. Me llevo la imagen de sus manos trabajando con cuidado. Me llevo sus ojos cuando v eían cómo un trozo de botella se convertía en una mariposa. Me llevo el recuerdo de un lugar que, a pesar del barro, sigue apostando por el arte, por la juventud y por el futuro.
Y por supuesto, me llevo muchas ganas de seguir creando, compartiendo y transformando.