Dentro de las actividades del Valencia Culinary Festival celebrado en 2020, tuvo lugar la jornada «SOS TENIBILIDAD«.
Una jornada en la que se dio voz a personas y empresas que desarrollan acciones con un reto en común: la sostenibilidad. Participaron Josep María Rivas director de Medio Ambiente de Bodegas Familia Torres; Héctor Molina, agricultor e ideólogo del proyecto Crec3r; María García de Casa Montaña; Joaquín Edo de Recycled Cork, Amparo Méndez de Ecoinventame y Rosa Montesa de Reciclado Creativo. Y allí estuvimos compartiendo experiencias.
«El cambio climático es un reto global que no tiene fronteras y que requiere del trabajo de todos para atenuarlo»
La sesión tuvo lugar el 5 de marzo de 2020, a las 17:30 en el hotel SH Valencia Palace.

Me presenté como la artista que soy, y compartiendo mi pasión por dar una segunda vida a lo que otros consideran basura. Y cómo esta pasión me lleva a ser una adicta al plástico.
Esta costumbre ya la heredé de mis padres, en mi familia siempre se ha estirado al máximo la vida de los objetos. Siendo una familia de 6 hermanos, reciclar y reutilizar era una filosofía de vida. En cuanto a mi fijación por el plástico, todo comenzó antes de que yo naciera. Mi padre ya trabajaba con el plástico en su taller de encargos a medida con metacrilato hace más de 60 años. Mis hermanos y yo utilizábamos los restos y los retales de plástico para hacer manualidades y bricolaje.
Una vez confesada mi adicción, y aunque en estas épocas no se lleva mucho, admití que el plástico tiene enormes cualidades. Cuando se dice esto delante de una audiencia, se suelen crear odios y pasiones. Yo no puedo evitar reconocer que el plástico es un excelente material, el problema es su mal uso. De hecho, el plástico es uno de esos materiales que están «muriendo de éxito».
El plástico no es un solo material, son muchísimos.
El plástico tiene unas propiedades bárbaras: es barato, se puede fabricar casi cualquier cosa, limpio, ligero… El problema no es el material, somos nosotros.
Sin el plástico, la sociedad actual no sería la misma. Aparatos y utensilios no hubieran podido desarrollarse como los conocemos hoy en día. Y gracias a él, hay objetos que han podido ser utilizados por personas de cualquier nivel social.
Sus cualidades podrían ser discutidas, aunque con los datos en la mano, me temo que ni los más críticos con el uso del plástico tendrían pruebas para demostrar que no son ciertas. Salvo por una razón: el uso abusivo.
Hemos de limitar el uso de productos de un solo uso, pero no solamente de plástico. Y en algunas ocasiones, no hemos de avergonzarnos de sentirnos atraídos por un precioso envase fabricado para ser atractivo, colorido y brillante. O por querer utilizar una bolsa de plástico para recoger una caca de perro o para tirar esa comida que se nos ha pasado, que gotea y que no huele muy bien.
El plástico es maravilloso cuando sirve para salvar vidas, para hacer que nuestros alimentos sean más seguros y no se contaminen, cuando se conviernten en un envase o contenedor imprescindible.
Es demasiado valioso para tirarlo, conserva todas sus cualidades incluso después de su vida útil. Se puede reciclar, y también se puede convertir en nuevos objetos con algo de creatividad.
Cuando observo mi entorno, me doy cuenta que es casi imposible vivir un solo día sin él. Mi adicción es personal, pero también de la sociedad en la que vivo, y de la economía.
Sin un entorno más propicio, soy un caso perdido. Si, lo reconozco, soy adicta al plástico.










