Realizar jardines verticales con envases de plástico era uno de los proyectos-deseos que tenía en la lista de «trabajos pendientes». Este deseo se cumplió cuando la Red Emprende verde de la Fundación Biodiversidad me encargó la creación de dos jardines verticales de 200×150 cm.
La propuesta era hacer plantas y flores con envases de plástico sobre un soporte vertical con ruedas. Unos biombos que en la actualidad se utilizan en diferentes espacios: en sus oficinas, en eventos, congresos, ferias, etc.
Hace tiempo que experimento y hago pruebas con los envases de plástico y las plantas. En mi opinión, no hay nada más perfecto que la naturaleza. Observo las plantas y las flores, su crecimiento y su vida circular. Nada se desperdicia. Todo tiene valor. Me asombra reconocer que los humanos no somos capaces de producir objetos imitando este ciclo de vida. Cuando cae una botella en mis manos, me gusta pensar que si hemos sido capaces de fabricarla, deberíamos ser capaces de darle otra vida una vez acabado su contenido. Imagino la planta que podría surgir a partir de ese envase.
La inspiración para hacer este tipo de proyectos me viene por dos vías. Por un lado me resulta fascinante la naturaleza y tratar de imitar su perfección; por otro lado, el propio material me hace pensar en su segunda vida.
La ubicación habitual es la sede de la Fundación. Debido a que los jardines están dotados de ruedas, son estupendos para poder utilizarlos como separadores móviles o como decoración. En ocasiones especiales como congresos, ferias, jornadas especiales y otros eventos, es una pieza útil que además de tener los usos anteriores, llega a ser un photocall.
El estreno de las obras tuvo lugar en el broche final de la jornada ConectaCircular de los programas LAB Impulsos Verdes y PrototipaCircular. Los asistentes pudieron participar en el acabado del jardín aportando flores y ramas realizadas con botellas de plástico.
Los jardines lucieron en el Palau Macayá de Barcelona, asombrando a los asistentes a la jornada y a los curiosos y turistas que visitaban el edificio.
Al inicio de la jornada, a los asistentes se les ponía una flor en el ojal que al final del día pasaría a formar parte del jardín. Uno de los mensajes era el ciclo de vida circular que se daba en las flores que se utilizaban como identificador durante la jornada, y una vez terminado el evento pasaban a tener una segunda vida en el jardín vertical.
Algunos asistentes se quedaron prendados de las flores y decidieron que esa segunda vida no se quedaría en el jardín, les gustó más la idea de darle una vida como broche, y se los llevaron «puestos».
Antes de llegar a estas plantas, he realizado bastantes estudios, proyectos y trabajos. Aquí hay una muestra de ellos: