Este vestido de novia se realizó por el puro placer de hacer un trabajo con mi madre. Ella supera los 80 años, y sigue siendo una persona inmensamente creativa. Le faltan muy pocos años de llegar a los 90, y sigue teniendo ilusión y ganas por seguir creando nuevas piezas.
A mi madre siempre le ha gustado coser, le viene de cuna, mi abuela era modista. Ahora sus manos ya no son lo que eran, no puede coser como antes. Eso le apena, pero disfruta con otros proyectos creativos.
Yo quería trabajar con ella, y conseguí poder hacer este vestido de novia. En el que ella ponía su saber hacer como modista, y yo el material reciclado, como si se tratase de un bordado.
Hacer el vestido no fue una tarea fácil, pero conseguimos terminar nuestro proyecto.
La base está hecha con gasilla, una tela parecida al tul, pero algo más dura. Se utiliza para realizar los prototipos y los patrones en Alta Costura. No sé si esa palabra es la que se utiliza profesionalmente, pero mi abuela ya utilizaba este material.
Yo me encargué de hacer el estampado de la tela, y pegar allí donde sus manos y la máquina no llegaban.
Tuvimos a una modelo excepcional, mi hija fue nuestra musa y la que mejor podía llevar este vestido de novia.
Los pendientes están hechos con pipas de girasol esmaltadas, y el ramo de rosas está hecho con hueveras de cartón. Otro trabajo hecho a dos manos. Mi madre pintó el cartón, y yo pegué los pétalos.
Los vasos de plástico, las cáscaras de los frutos secos o las hueveras de cartón pueden tener vida más allá de lo que imaginamos. Auténticos tesoros si se sabe lo que hacer con ellos.
Las fotos las hizo mi amiga, y excelente fotógrafa, Eva Ripoll.